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Uno de los aspectos que sin ninguna duda resultan más determinantes en el nivel de bienestar y felicidad es el de las relaciones sentimentales. La pareja condiciona en un grado muy elevado el nivel de bienestar hasta el punto de que puede llegar a modificar casi completamente la vida de una persona. Tener una vida en pareja agradable, estable y satisfactoria es generalmente uno de los objetivos más importantes para casi todos nosotros y permite disfrutar de un nivel de felicidad difícilmente alcanzable por otros medios. Sin embargo es importante partir de una idea a fin de no crear expectativas falsas u objetivos inalcanzables que solo conllevarán frustración y un considerable malestar.
Por muy loable y beneficioso que sea tener como objetivo vivir una relación feliz esta situación solo puede responder al deseo de dos personas que se unen bajo un objetivo común: crear un proyecto de vida juntos en el que ser felices. Es fundamental tener esto en cuenta a fin de entender que esto no es un objetivo individual y con el compañero o compañera equivocados lo que podría ser una convivencia feliz se puede convertir en una auténtica pesadilla sin que se pueda hacer nada al respecto salvo salir de la situación.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente debemos comprender que la base de una convivencia feliz es tener a la persona adecuada al lado, de otro modo, intentar proyectar ese objetivo en la persona equivocada puede resultar sencillamente devastador y traumático. Dentro de las parejas más dañinas y que se deben evitar a toda costa encontramos las denominadas personas tóxicas. Dentro de este abanico de individuos aparecen los psicópatas, sociópatas, narcisistas o depredadores emocionales.
¿Quiénes son?
Estos individuos presentan unos rasgos psicológicos muy concretos, tales como una sensación de superioridad relacionada con un ego excesivamente alto, la necesidad de tener una imagen pública encantadora e intachable o la incapacidad de sentir empatía por los deseos o necesidades de otras personas, en este caso la pareja.
Es importante entender que no resulta relevante un diagnóstico psicológico de estas personas en el contexto en el que hablamos, lo importante es ser capaz de identificar a la pareja toxica más allá de cualquier género de duda, sin importar el trastorno específico o problema que esa persona en concreto pueda tener. Para identificar a estas personas debemos entender las fases que atraviesan las relaciones con estos individuos.
1ª Fase: Idealización
La primera fase de la relación consiste en la denominada bomba de amor. Durante esta fase la persona tóxica estudia las características de la posible pareja y de una manera insidiosa y casi imperceptible empieza a manipular psicológicamente a la otra persona a fin de poder lograr a corto o medio plazo una unión que haga muy difícil la ruptura para la otra persona y así poder manifestar su verdadera personalidad y sus verdaderas intenciones una vez terminada esta fase.
Las personas que han atravesado esta etapa la definen como de idealización, la pareja tóxica muestra gran parte de las características que la otra persona admira y le hace sentirse especial y único o única. Compararle con anteriores parejas a las que degrada, halagar de manera constante, hacer muestras de amor impropias de la etapa emocional por la que atraviesa la pareja o centrarse de manera casi exclusiva en las necesidades y gustos de la otra persona son algunos de los comportamientos más habituales. Muchas personas la definen con expresiones como “he encontrado mi alma gemela”, “no sé cómo pude vivir sin él o sin ella” o “es perfecta o perfecto para mí”. Esa conducta no es más que una manipulación consciente de la mente de otra persona pero que la víctima, si no presta suficiente atención, seguirá alimentando y aumentando ajeno o ajena aún a las verdaderas intenciones de la persona que ha conocido.
2ª Fase: Degradación
La persona tóxica tarde o temprano acaba por aburrirse de esta etapa y cuando considera que la pareja está suficientemente implicada en la relación empezará a cambiar su actitud. En ese momento la etapa de enamoramiento ficticio da paso a otra mucho más oscura y terrible, la de la degradación. Las relaciones sentimentales sanas se basan en un juego de tipo cooperativo donde los dos individuos comparten un objetivo común, ser felices, y colaboran a fin de lograr dicho objetivo, es decir los dos salen ganando en la relación. En las relaciones con personas tóxicas la pareja se encuentra en un juego no cooperativo de suma cero sin ser consciente de ello. Es decir, las ganancias de la persona tóxica, en este caso emocionales, se equilibran con las pérdidas de la pareja. Este hecho resulta devastador ya que la persona no tóxica permanece totalmente ajena a la situación real en la que vive.
La persona tóxica no solo va a desatender e ignorar las necesidades de la pareja, va a comenzar a degradar y a dañar de manera consciente la integridad emocional y en ocasiones física de la otra persona. Este hecho responde a la propia personalidad de la persona tóxica, donde su ego le crea la necesidad de denigrar y sentirse superior a otro individuo, en este caso la pareja, a fin de poder mantener sus creencias de superioridad intactas que a su vez ocultan un vacío emocional absoluto.
La persona tóxica es incapaz en esta etapa de cualquier acercamiento emocional real a la pareja, que es la base de toda relación estable, y comenzará a culpabilizar a la otra persona de todos los males de la pareja, mostrando una incapacidad total de introspección personal o autocrítica. Este alejamiento emocional incomprensible e inexplicable para la otra persona en ocasiones tiene a su vez una manifestación más física en el ámbito íntimo y sexual.
Personas que mostraban rasgos de ser cariñosas o de un elevado deseo sexual hacia la pareja comienzan a manipular a su compañero o compañera dejando de mostrar cualquier tipo de afecto, cariño o deseo sexual ya sea de manera permanentemente o bien empleando el afecto o el sexo como premio o castigo en determinadas circunstancias. Todo esto siempre aparece enmascarado con una expresión para culpabilizar al otro, aludiendo al comportamiento de la pareja como el culpable de ese cambio, cuando en realidad la persona tóxica es perfectamente consciente que todo estaba premeditado y que era inevitable.
La mayoría de las víctimas empiezan a padecer problemas psicológicos, tales como la depresión llegando en algunos casos incluso a la anhedonia o incapacidad de sentir placer. La ausencia de empatía de las personas tóxicas hará no solo que no ayuden a la otra persona a superar esta situación sino que la acentuarán mediante ataques personales y comentarios vejatorios u ofensivos. En esta etapa la víctima comenzará a sentir la denominada disonancia cognitiva, que ya vimos en el artículo anterior, que le llevará a buscar las más ilógicas excusas al comportamiento de su pareja ante la incapacidad de explicar de manera coherente o de entender este dramático cambio de actitud que en ningún individuo sano se daría. Es importante resaltar que este cambio de actitud refleja la personalidad real de la persona tóxica y que la fase anterior solo respondía a la necesidad de crear un vínculo muy fuerte con la pareja a fin de evitar que pudiese romper la relación antes de que lo hiciera la persona tóxica.
Esta fase no se limita a unas simples discusiones o desinterés por la pareja. La persona tóxica consciente y voluntariamente está dañando a su compañero o compañera y su objetivo es llegar a infringir tal nivel de dolor que la víctima llegue a manifestar lo que se denomina la indefensión aprendida. Esta condición, descubierta en 1965 por el psicólogo estadounidense Martin Seligman, consiste en la creencia de que no se posee ningún control sobre una situación que causa daño físico o psicológico, de manera que el individuo actúa de manera totalmente pasiva limitándose a aceptar dicho daño. Llegado este punto la víctima siente verdadero miedo e incomodidad ante la idea de enfrentarse a la pareja para evitar cualquier discusión y anula por completo sus necesidades, inhibiendo cualquier tipo de discrepancia a fin de evitar un posible enfrentamiento y con ello aumentar el nivel de dolor ante el ataque personal que llevaría a cabo la pareja tóxica. En este punto se ha generado tal grado de dependencia emocional por parte de la víctima que no puede concebir su vida si no es al lado de la otra persona. Esta circunstancia resulta incomprensible para las personas del entorno de la víctima que son conscientes de la realidad, más allá de la fachada que muestra la persona tóxica, y que en muchos casos dan la espalda a la víctima a fin de intentar lograr que rompa definitivamente con la causa de su terrible dolor. Las personas del entorno más cercano deben entender que la víctima no desea seguir sintiendo dolor pero a nivel psicológico se cree incapaz de romper esa unión traumática que se ha creado pero que solo ella o él siente.
3ª Fase: El Descarte
Afortunadamente para la mayoría de las víctimas generalmente la relación llega a la fase del descarte. La persona tóxica encuentra otra nueva fuente para alimentar su desmesurado ego y cubrir sus necesidades, comenzando así otro nuevo juego que no le resulte tan aburrido. La víctima ya es solo una sombra de lo que era antes de comenzar la relación y la persona tóxica ha perdido por completo el interés abandonando a su pareja sin el más mínimo arrepentimiento o síntoma de empatía.
La búsqueda de una posible validación o de cualquier explicación por parte la persona tóxica resulta inútil a la vez que contraproducente ya que perpetúa el lazo traumático que ahora la víctima puede empezar a romper lenta pero firmemente. En casos donde tras la ruptura sigue habiendo intereses económicos o emocionales como puede ser la custodia de un hijo menor el intento de abuso continuará.
La persona tóxica intentará lograr sus fines, cualesquiera que sean, y seguir infringiendo todo el daño posible a la otra persona. Para ello generalmente usará la difamación ante terceras personas o ante un tribunal a los que presentará una narrativa en la que ella o él es una persona sana y funcional que ha sido víctima de las más terribles atrocidades por parte de la que era su pareja, a quien generalmente presentará como una persona inferior, malvada y enferma de la que tuvo la fortuna de separarse.
Este mecanismo de defensa le permite perpetuar su imagen intachable ante su entorno a la vez que su creencia interna de ser superior sin necesidad de sentir la mínima empatía o llevar a cabo alguna conducta moral mínimamente decente. Este fenómeno psicológico se conoce como proyección y es inherente al comportamiento de la persona tóxica durante y en ocasiones después de la relación. Si la víctima no es consciente de la situación y no rompe cualquier respuesta emocional el trauma creado durante la relación puede alargarse considerablemente en el tiempo.
La Recuperación
La completa comprensión y paulatina aceptación de la situación real que se ha vivido es sin duda el primer paso para recuperar el estilo de vida y personalidad previos a la experiencia emocional traumática. Los expertos en esta materia y las víctimas que han vivido esta terrible situación inciden especialmente en la necesidad de romper cualquier tipo de contacto o al menos reducirlo a la mínima expresión en caso de ser imprescindible. La recuperación y futuro bienestar pasará irremediablemente por la ruptura total con cualquier vínculo emocional con la expareja y aceptar que se ha vivido una farsa y que en realidad no ha habido pérdida alguna sino que se ha recuperado la posibilidad de ser feliz, algo impensable e inalcanzable en caso de haber permanecido en la relación.
Si consideras que puedes estar siendo o puedes haber sido víctima de una relación como las que he descrito en el presente artículo debes buscar ayuda y asesoramiento profesionales a la mayor brevedad posible y antes de tomar ninguna decisión importante. Algunas de las personas que han atravesado esta terrible situación presentan síntomas de estrés postraumático, lo que hace necesario tratamientos como el EMDR o la terapia cognitiva conductual. Cada caso afecta de manera diferente a las personas que lo han sufrido y de ahí que en muchas ocasiones sea necesaria durante el proceso de recuperación la intervención de un profesional de la psicología entrenado y con experiencia en este tipo de situaciones.
Es importante recordar que las personas tóxicas pueden incluso volver a querer aparecer en la vida de la víctima y es necesario tener los mecanismos de defensa necesarios a fin de evitar una posible recaída y con ello la consiguiente retraumatización. Si sientes cierto grado de dependencia de alguien que está siendo o ha sido dañino en tu vida debes comprender que la realidad que tu cerebro te está mostrando, normalmente la proyección de la personalidad encantadora de la primera fase de la relación, no refleja algo real, es algo completamente ficticio que responde únicamente a un fenómeno psicológico. Vivir con estos individuos es como convivir con un tigre mientras el cerebro hace creer que es un gato, aunque no te quepa la menor duda que un tigre puede llegar a ser mucho más noble y menos dañino que una pareja tóxica.
Una dolorosa realidad
Lo cierto es que estos individuos son muy reales y están entre nosotros. Pasean por las calles, trabajan en empresas, en las que pueden llegar a ocupar cargos importantes, tienen hijos y compran en los centros comerciales y en ocasiones pueden llegar a parecer las personas más cordiales, amables y generosas, pero no te dejes engañar, es solo una defensa para ocultar el vació y la inmundicia que hay en su interior. Saber identificar quiénes son y entender su comportamiento puede ser la diferencia entre poder ser feliz o atravesar una etapa de la vida devastadora que en muchos casos implica un largo y muy doloroso periodo de recuperación. Si te has sentido identificado o identificada debes entender, sin el menor atisbo de duda, que el ser con el que convives o has convivido es psicológica y emocionalmente deforme y por lo tanto disfuncional y que esa deformidad no responde en ningún caso a algún comportamiento tuyo o a algún error que hayas podido cometer. Su origen se encuentra en la genética o en la mayoría de los casos en un comportamiento adquirido en la infancia generalmente dentro del ámbito familiar.
Si sientes que has podido ser víctima y no consigues superar esa terrible experiencia o te cuesta respetar el contacto cero debes buscar ayuda lo antes posible, no debes minimizar o restarle importancia al impacto emocional que has sufrido. Buscar ayuda y asesoramiento no es algo propio de débiles o cobardes, sino de personas fuertes e inteligentes. Debes tener presente que la vida es demasiado corta y preciosa como para malgastarla al lado de un monstruo.