¿No os ha pasado nunca que cuando estabais leyendo una novela, de repente un personaje empezaba a comportarse de una forma muy extraña? Llevas muchas páginas leyendo las peripecias de una chica insegura, que su mayor deseo en la vida es ser escritora de prestigio y está creando su obra maestra, nunca se arregla ni se preocupa por la opinión de los demás sobre su aspecto. Cuando, de golpe y porrazo, conoce a un hombre de belleza sobrenatural y ella empieza a vestir de rosa, se maquilla y su única preocupación es que se fije en ella y no vuelva con su ex-novia. O peor aún, un personaje que lleva siendo un paquete toda la novela para un grupo de aventureros, que lo tienen que rescatar constantemente de todas las situaciones y que, encima, se hace el graciosillo y se ríe de ellos, pero por arte de magia, al final salva el día y a todos sus compañeros. Yo a eso lo llamo el síndrome del personaje marioneta.

Sé que, como escritores, no nos gusta que nos cambien nuestras historias. Ese dolor en el orgullo cuando te dicen: «quizás deberías solucionarlo de otro modo, esto no es muy creíble», pica y mucho. Puedes no escuchar eso, que yo te aconsejo que sí. No obstante, cuando tus propios personajes te están suplicando que hagas algo con ellos, que no quieren enamorarse ni aunque les pagues de ese personaje que les quieres encasquetar, que les des una función o que quites al personaje-mascota que tan bien te cae y repartas el mérito entre todos porque solo les está retrasando. Si ellos te lo dicen que son los que están sufriendo tus vuelos de pluma, hazles caso. Piensa en los niños.

Aquí tienes tres consejos para descubrir cuando estás forzando a tu personaje y cuando debes preguntarse si estás escribiendo sus aventuras y desventuras, o le están dirigiendo con hilos de tinta, como si fuese una triste marioneta:

Pregunta a tu personaje

Si, lo sé, parece obvio pero los autores noveles y muchos autores ya consagrados no lo suelen hacer. A veces, es mejor sentarse a escribir una página con escritura automática, hacerles una entrevista a tus personajes o escribir un relato corto de su vida, sin que tenga que ver necesariamente con tu historia, no todo lo que escribas tiene que ir al borrador definitivo.

Siéntate, pregúntales, hazles vivir su día a día, hazlos correr aventuras, recordar su pasado, interactuar con el resto de personajes (se conozcan o no). Los conocerás mejor, descubrirás que quieren y que no, y aunque sea algo que no nos gusta afrontar a los escritores, igual te toca cambiar o modificar su historia.

Fíjate bien en la narrativa

No es broma. Hay muchos, pero que muchos libros, en los que los personajes se ven involucrados en situaciones, interacciones sociales o relaciones amorosas que su narrativa es un constante tira y afloja:

Luis se vio obligado a cogerle la mano a Manuela. Estaba enamorado de ella, aquel sentimiento que lo atravesaba como un rayo, lo anulaba y le hacía verse forzado a estar toda su vida con ella. La quería, no sabía por qué, pero la quería más que a su vida.

Si el personaje no es dueño de sí mismo, sino que el autor le está injertado sentimientos, acciones y pensamientos, la narrativa nunca será natural y de buen ritmo. Fíjate bien en eso, que no te veas forzado y obligado a modificar una y otra vez el borrador sin saber por qué.

Si el personaje no quiere, no quiere

Por último, si has seguido los otros dos consejos, este es el más lógico y consecuente. Si has llegado a este punto en el que el personaje se rebela y se pone contestón, es porque aunque le hagas sentir la más devastadora de las mareas emocionales y aunque le hagas hacer cosas horribles como castigo, él va a seguir en sus treces y se va a quejar, y mucho. Pero que mucho.

Que un personaje no quiera ir por donde tú quieras no significa que no tengas historia, solo es una historia que está en tu cabeza pero aún no habías llegado a ella. Esa es la maravilla de ser escritor, que las historias se pueden contar de mil y una maneras. Eso nos hace únicos, descubrir nuevos mundos, conocer nuevos personajes, vivir nueva aventuras. Fíjate en tus autores favoritos y usa sus técnicas narrativas para empezar, pero hay en ti algo nuevo y personal que está pugnando por salir. Créeme, tus personajes son el camino, deja que sean ellos quienes te guíen.