Si le preguntas a un niño, ¿Qué quieres ser de mayor? Te responde: futbolista.
Esto es lo que todos los niños le han dicho alguna vez a sus padres, cuando han hecho público su futura profesión. La profesión de futbolista es la que domina de una manera destacada el top ten de los trabajos soñados por los más pequeños y si observamos la vida que se proyecta del futbolista no es de extrañar. Salen en las mejores campañas publicitarias, con contratos millonarios, conducen los mejores coches, poseen multitud de propiedades y además ganan mucho dinero jugando al fútbol.
Los niños que destacan en sus respectivos equipos de fútbol no piensan en otra cosa que no sea la de triunfar en un equipo de primera división, solo unos pocos por desgracia llegan a hacer realidad su sueño, muy pocos pueden cumplirlo, pero casi nadie se atreve a decírselo.Esta puede ser una de las causas de que el niño puede echar su talento a perder.
Cada vez que empieza una nueva temporada los niños vienen cargados de ilusiones, con ganas de jugar y de que empiece el fútbol. Tienen la ilusión natural de un niño. Hace ya algunos meses que terminó la temporada y tienen muchas ganas de que empiece la nueva. Las vacaciones han sido largas y tienen ganas de volver a ver a los compañeros y amigos y de volver a sentir las sensaciones que te da jugar.
Desde pequeño nos han enseñado en las escuelas de fútbol que con el trabajo llega la recompensa. Los niños que triunfan en deportes de elite renuncian a una serie de cosas de las que no se dan cuenta hasta más adelante. Con el trascurrir del tiempo nos vamos dando cuenta que no todos triunfan, que el que triunfa no es para siempre y que hay que disfrutar al máximo los momentos bonitos que da este deporte. Por eso queremos reivindicar a esos jugadores que han sufrido para llegar a donde han llegado, aunque no hayan sido equipos de primera línea, que han estado viajando tantos kilómetros para entrenar o jugar, que tuvieron que irse siendo niños desde casa, dejando a la familia, a otras ciudades, para intentarlo, para gozar de una oportunidad, y al final lo han conseguido o no, según se mire.
Solemos ver como jóvenes jugadores con unas condiciones innatas para el fútbol fuera de lo normal, muy hábiles con el balón, con mucha visión de juego y gran capacidad goleadora y se quedan a medio camino, creyéndose que ya son jugadores profesionales antes de logarlo y acaban estancándose hasta acabar en equipos de amigos. Empiezan a preocuparse más de que destaque su imagen que de su juego, piden que el equipo juegue para él que todo pase por sus pies, en vez de seguir creciendo como jugador de equipo y acaban asqueados, dejando el fútbol y perjudicando al equipo.
Los deportes en los que se empieza a competir pronto, como el fútbol, son especialmente peligrosos, y el padre juega un papel fundamental. Algunos padres acaban convirtiéndose en un incordio para los niños, estresándolos, en una etapa en la que el niño quiere quedar bien con su padre, y siente que no juega para divertirse, no juega con un grupo, no juega un partido, sino que juega para contentar a su padre. El problema que nos podemos encontrar es que la familia del niño crea que es una estrella, y se los transmitan al niño. Los entrenadores y padres tenemos que hacerle ver, para que se de cuenta, de que el no es una estrella sino, un niño, que viene al club o escuela para divertirse y para aprender a ser persona y aprender a ser un buen deportista.
Otro inconveniente con el que nos encontramos, a veces, es el de aconsejar o decidir, como padres, entrenadores y amigos, que hacer si el niño recibe la oferta de un club de superior categoría. Nos encontramos con la duda para decidir que hacer. ¿Lo dejamos ir? ¿Es demasiado joven? ¿Es el equipo ideal?. Si el niño no se va y al final deja el deporte, siempre nos quedará la duda de si se podría haber dedicado profesionalmente al mundo del fútbol. Y si se va y no “triunfa”, habremos perdido tiempo para los estudios, para estar con la familia y amigos. Es muy difícil la elección y hay que tomarla conjuntamente con todas las partes implicadas en la vida del niño, familia, entrenadores y amigos. Algunos expertos opinan que el niño no debe salir de su ámbito familiar antes de los 12 años. Que antes no es conveniente ya que en los clubes hay un nivel de exigencia y competencia que hace que los chicos, si empiezan con ese entrenamiento desde muy pequeños, muchas veces se agoten y terminen abandonando el deporte. Todas las opiniones son validas, teniendo en cuenta que lo más importante es que el niño sea feliz.
No jugar con las estrellas no significa no haberlo conseguido, no significa que no haya disfrutado del fútbol. Por lo tanto lo que no debemos hacer nunca es quitarle la ilusión al niño de que pueda llegar a disfrutar del deporte de élite, pero sin engañarlo a él, ni engañarnos a nosotros mismos, diciéndole que va a serlo. Jugar en primera división, o dedicarse profesionalmente al fútbol es dificilísimo. Llegar a jugar con los mejores solo pueden hacerlo algunos, muy pocos, pero algunos llegan y esa ilusión que el niño tiene, desde que empieza a jugar, no debe perderla, y si no llega la oportunidad quedan muchas otras opciones que este deporte te da, como la salud de los años de su práctica, las amistades que hemos conseguido y la satisfacción personal de haber hecho lo que más nos gusta, jugar al fútbol.
El sueño y la ilusión es un ideal al que el niño aspira con toda el alma, es un deseo que nace de las capacidades y dones que cada uno tiene (en este caso para jugar al fútbol). La superación de las dificultades yendo en contra incluso de padres y entrenadores es también muy interesante, aunque hay que saber tratarlo bien.
El que lucha contra la adversidad, puede ser capaz de conseguir lo que se proponga, pero que si no llega a conseguirlo, seguro que durante el tiempo que haya empleado en ello, tendrá otras satisfacciones e ilusiones.
A mi hijo nunca le quitaré la ilusión de ser una estrella del deporte, aunque le explicaré lo que eso significa y que puede que solo sea una estrella para mí.