El ejercicio es recomendable y saludable en cada una de las etapas de la vida. Debe adaptarse a nuestras necesidades, nuestro tiempo y sobre todo a nuestro cuerpo, para evitar posibles lesiones, sobrecargas o problemas a la larga.
La tercera edad es la época en la que quizás más complicado es hacer ejercicio y cuando más miedo hay por el temor a las caídas, pero es más que beneficioso.
Por una parte, mejora la fuerza y la movilidad del cuerpo y ayudar a regular la tensión. Ayuda a mantener alejadas las cardiopatías y a su vez, regula el azúcar y controla el peso.
Hacer ejercicio mejora el equilibrio, lo que genera menos peligro de caídas. Ayuda a mantener en forma el sistema circulatorio y respiratorio y provoca que el cuerpo segregue endorfinas.
Además, provoca apetito, ayuda a descansar mejor y por supuesto, acerca a las personas mayores a su entorno, evitando el aislamiento social.
A la hora de hacer ejercicio, más que nunca se debe recordar la importancia de calentar y al acabar, la de la vuelta a la calma, para evitar problemas, lesiones o mareos.
El calentamiento debe durar entre cinco y diez minutos y se puede realizar sentado, haciendo ejercicios en cada una de las articulaciones para prepararle para el ejercicio. También es recomendable hacer rotaciones de cabeza.
El ejercicio más básico y accesible es caminar. Eso sí, tras el calentamiento, hay que caminar de forma más rápida y enérgica, acompañando con un movimiento enérgico de los brazos.
Hay que caminar al menos durante veinte minutos y pasado este tiempo, hay que volver a la calma bajando el ritmo de la caminata y haciendo estiramientos suaves de las extremidades.
Es recomendable andar unas dos veces a la semana y como mucho, cuatro veces, siempre en días alternos.
Dependiendo de la edad, es más que adecuado combinar las caminatas con sesiones de natación, por ejemplo o con baile. Así ayudamos al cuerpo a fortalecer más músculos, fomentamos la coordinación y no se hace tan pesado practicar deporte al combinar distintas disciplinas.