Las mujeres son seres con miles de necesidades, tanto afectivas como corporales, y los hombres son en la mayoría de los casos incapaces de reconocerlas y mucho menos de satisfacerlas. Distintas capacidades presentes en amos sexos, se acoplan para complementarse uno a otro, pero las diferencias pueden llevar a un final triste.
Entre las necesidades requeridas se encuentran por ejemplo el escuchar y no sólo asentar con la cabeza y responder con monosílabos; la asimilación de la diferencia entre ser un macho intolerante y condescender débilmente; reconocer cuándo es el momento adecuado para sexo desenfrenado y cuándo solamente es requerido un tiempo de caricias y ternura.
Es precisamente en este último apartado donde más problemas se presentan a la hora de llegar a un entendimiento: la concepción de ambos integrantes de la relación sobre las necesidades sexuales de su pareja. Es conocido a través de estudios psicológicos, sociales y médicos que los hombres piensan y exigen sexo en mayor frecuencia que las mujeres. Si bien es cierto que está aseveración no es universal pues hay féminas que encajarían en la descripción anterior, la distinción mayoritaria es clara.
Llega un día en que ellas se enfocan más en otros puntos relevantes de la relación de pareja, un momento en que los contactos corporales no tienen la importancia que al inicio de la misma y donde las palabras, caricias y momentos tranquilos y románticos terminan sustituyéndoles. Aunque esto es para ella totalmente claro, para ellos es incomprensible. ¡¿Por qué?! Se preguntan continuamente.
Para evitar problemas producidos por esta diferencia en las necesidades corporales que puedan llevar incluso a la separación, es preciso que ellas expresen abiertamente sus deseos y requerimientos y no esperar vanamente que ellos los adivinen, intuyan o deduzcan, pues a través de los años ha quedado claramente demostrado que los hombres no son capaces de asimilar po sí solos este cambio en las mujeres.