Estamos en la era del conocimiento; es algo más que información. Conocimiento es una combinación de valores, información contextualizada y experiencias que proporcionan valor. El conocimiento reside en las personas (Capital humano), en la estructura organizativa (Capital estructural) y en las relaciones con otras personas y organizaciones (Capital relacional). Invertir en el conocimiento de cada empleado y gestionar y explotar dicho conocimiento, se ha convertido en algo crítico para el éxito de cualquier empresa.

El conocimiento se origina y se aplica en la mente de las personas, aunque pueda residir en documentos o bases de datos y en procesos, prácticas y normas corporativas. Conocimiento es capital intelectual. Gestión del conocimiento es el arte de transformar los activos intelectuales en un valor constante para los clientes y para el personal.

El aprendizaje juega un papel relevante. Aprendizaje individual es un proceso de integración de conocimientos, habilidades y actitudes para conseguir cambios y mejoras de conducta. El aprendizaje organizativo consiste en un proceso de conversión del conocimiento individual en conocimiento organizativo.

En este contexto, adquirir ciertas habilidades tanto personales como grupales es imprescindible. El talento con frecuencia suele estar enterrado profundamente y es difícil de evocar. El talento incluye memoria, imaginación, creatividad, sensibilidad,… Un objetivo a plantear; crecimiento personal y eficiente dirección de equipos. Unas herramienta: el teatro, ¿por qué no?

El teatro, desde sus orígenes, constituye una forma de expresión y transmisión de ideas, valores y sentimientos. Miradas las cosas desde la empresa, el teatro proporciona además de oportunidades de formación específica en una serie de habilidades muy estimadas en la dirección y gestión: liderazgo, autodominio, reacción ante imprevistos, trabajo en equipo y, sobre todo, la comunicación.

La palabra es la materia básica para entender lo humano. Sin embargo, todo dice algo de una persona: su forma de andar, su postura, el vestuario, el olor,… El lenguaje corporal puede ser decisivo para el éxito o el fracaso; también la actitud: la disciplina debe ocupar el primer lugar en una escala de valores.

Quizá convenga redactar nuestro propio código ético: se refiere a las costumbres. El objeto material de estudio de la ética lo constituyen los actos humanos; su objeto formal, la bondad o maldad de dichos actos. La cultura en las organizaciones es el modo de vida en todos sus aspectos, unos visibles (normas, técnicas, objetivos, estrategias,…) y otros menos visibles (valores, sentimientos, relaciones afectivas,…).

Son muchos los valores por los que podemos optar. Los hay inferiores (placer, fuerza, agilidad,…), económicos (riqueza, éxito,…), noéticos (conocimiento, verdad, inteligencia, ciencia,…), estéticos (belleza, arte, gracia,…), sociales (cooperación, prestigio, autoridad,…), morales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza,…), religiosos (fe, esperanza, caridad). Quien no posea una jerarquía de valores puede tener serios problemas a la hora de tomar decisiones.

Son muchas las habilidades necesarias: atención (vigilancia o estado de alerta), motivación (el deseo), empatía (sentir emociones ajenas), asertividad (no significa querer llevar siempre la razón sino expresar nuestra opinión), saber escuchar, disposición al aprendizaje, flexibilidad para el cambio, iniciativa,…

El hábito y el entretenimiento son imprescindibles. También el sentido del esfuerzo colectivo: un miembro del equipo arrastra a todos los demás, y con ellos a todo el proyecto; cuando un componente del equipo falla, nos arrastra a todos hacia el desánimo general. Atención a los síntomas de desaliento.

No olvidar algunas consignas: nadie ofrece tanto como el que no piensas cumplir; no cambia de fortuna quien cambia de lugar y no de costumbre,…

No hemos hecho más que empezar. Apenas nos hemos adentrado en eso del factor humao, las relaciones, las habilidades, el talento,… Pero no olvidemos: todo en la vida requiere una pasión. Apenas hemos empezado; por eso debemos decir en este momento: ¡Arriba el telón!