La llegada del buen tiempo hace que se aproxime el momento en el que nos entra el pánico por haber ganado peso en invierno y las prisas por querer perderlo de cara al verano. Ese no es un problema, ya que siempre es bueno intentar mantenernos en nuestro peso ideal y mejorar nuestros hábitos, el problema real deriva en dos vertientes:

  • No buscamos ayuda profesional. Si queremos perder peso, debemos acudir a un médico que analice nuestra dieta y nos ayude a encauzarnos hacia una manera de comer sana, acompañada de ejercicio y descanso.
  • Preferimos comer mal en invierno y torturarnos con una dieta varios meses a vivir de forma tranquila y equilibrada durante todo el año. Es más eficaz cuidarnos con pequeños gestos y conseguir el equilibrio a hacer dietas yoyó en las que se pierde y se gana peso cada cierto tiempo.

A estas dos problemáticas hay que sumarles las creencias que tiene la gente en torno a la comida ya que aunque sea un médico el que las tumbe, están dentro de nuestra mente de forma inborrable.

Quizás la más extendida en cuanto a las dietas y la pérdida de peso es ‘el pan engorda‘. Ese alimento clave en nuestra forma de vida ha sufrido el mayor calvario y suele desterrarse de la mesa en cuanto vemos unos kilos de más.

¿Por qué es falso que el pan engorda?

  • Como dice la broma, no es el pan el que engorda, somos nosotros. Ahora en serio. Todos los alimentos tienen carga calórica (excepto el agua) y por lo tanto, hay que calibrar qué alimentos tomamos para poder saber qué cantidad de energía le damos al cuerpo y si es excesiva o insuficiente para nuestra actividad diaria. Por ejemplo, cien gramos de pan tienen 230 calorías, pero si el aporte normal de una persona son 2.000 calorías (mínimo) al día, tomar 100 gramos de pan en el desayuno es más que razonable.
  • Tiene un gramo de grasa por cada cien gramos.
  • La dieta Dukan, ya denostada por toda la comunidad médica por los importantes problemas médicos que provoca, sacaba el pan de la dieta a favor de alimentos protéicos. Pero la moda de esta dieta y algunos de sus ‘mandamientos’ (falsos) siguen teniendo protagonismo.
  • Nuestra dieta debe ser de al menos un 50% de hidratos de carbono y el pan entra en este grupo, siendo un carbohidrato complejo de absorción lenta. Por lo tanto, cada día el pan puede estar en nuestra mesa.
  • Aporta proteínas de origen vegetal, así como vitaminas del grupo B, fósforo, potasio y magnesio. Además, ayuda a reforzar el sistema inmunológico.
  • Tiene poder saciante, por lo que nos puede ayudar a no comer de más entre horas.
  • Cuando acudimos al endocrino veremos cómo este profesional en ningún caso elimina el pan de la dieta, sino que lo coloca sobre todo al principio del día para que nuestro cuerpo se aproveche de la energía que nos aporta y la queme durante las siguientes horas.
  • Hay quien cree que es mejor para adelgazar tomar pan integral, pero en realidad el pan blanco tiene las mismas calorías (incluso menos, según el fabricante). El pan integral aporta fibra, que mejora nuestro tránsito intestinal, algo que puede ayudarnos a reconciliarnos con nuestro peso. Pero nada más allá.

Razones suficientes por tanto para no odiar al pan, comerlo con conocimiento y además, disfrutar de todo lo bueno que nos aporta.