Como completo aficionado del cine de aventuras y adorador del buen cine de evasión, soy seguidor de la trilogía clásica de Star Wars gracias a que mi padre me las puso cuando no superaba los cinco años. Y luego las volví a ver varias veces, como hacemos siempre los niños con las cosas que nos gustan, para después renegar un tanto en mi adolescencia y ahora volver a estar expectante ante un nuevo lanzamiento. Pero no soy fan de Star Wars, no me consideraría fanático de sus películas, de las que creo que solo dos son de considerable altura y el resto tiene sus más y sus menos. No me sé el nombre de todas las naves, ni de todos los personajes, y me importa muy poco quien dispara antes que Han Solo. Pero sí soy un completo adorador de esta de la que hoy vamos a hablar: El Imperio Contraataca, una verdadera obra maestra y una obra capital en el cine de aventuras, como también en el cine de evasión, en el género de ciencia ficción y como homenaje particular a las tragedias del teatro griego. El momento donde una simple pero efectiva historia de aventuras pasa a ser un relato tan poderoso que influirá a tres generaciones distintas. La joya de la corona de la saga Star Wars.

“Te quiero” “Lo sé”: las vueltas de un guion perfecto

Hay una cosa que en su momento no se sabía pero que el tiempo nos ha dejado bien claro: George Lucas es un hombre de gran imaginación, pero también un director normalito y, por encima de todo, un guionista pésimo. Las tres nuevas películas de la saga dan fe de lo incapaz que puede llegar a ser desarrollando una historia. La arritmia narrativa que sufre El Ataque de los Clones, la cantidad de escenas innecesarias de La Amenaza Fantasma y los diálogos de toda la nueva trilogía dan fe de ello. El romance entre Anakin y Padme puede ser el peor visto en pantalla: sí, las mediocres interpretaciones de ambos (sobre todo de Hayden Cristensen, Natalie Portman ha demostrado ser una actriz eficiente en más de una ocasión) y la nula química entre ellos hacía mucho, pero por encima de todo la construcción del guion imposibilitaba que su historia nos esclareciera el carácter de sus personajes y nos fuera influyente en la historia. Aquí, un ejemplo extraído de La Venganza de los Sith:

—Anakin: “Eres tan bella”

—Padmé: “Es sólo porque estoy enamorada”

—Anakin: “No, es porque yo estoy tan enamorado de ti”

—Padmé: “¿Así que el amor te ha cegado?”

—Anakin: “Bueno, eso no es exactamente lo que quise decir”

—Padmé: “Pero es probablemente cierto”

Basura, auténtica basura. No sé qué hubiera ocurrido con Una nueva Esperanza si George Lucas no hubiese sido ayudado por Francis Ford Coppola. Pero El Imperio Contraataca da un salto. El guion lo inició Leigh Brackett, mítica guionista de Howard Hawks con obras como Río Bravo o El Sueño Eterno. Pero a George Lucas no le gustó, aunque no tuvo mucho tiempo para discutirlo porque Brackett murió al poco de entregarlo. La decepción que le provocó este guion llevó a Lucas a reescribirlo, y ahí se dio cuenta de algo… ¿No sería un giro muy poderoso en la historia que Darth Vader fuese el padre de Luke Skywalker (Mark Hammill), en vez de que Darth Vader matara al padre de Luke? ¿Y si la historia, en vez de iniciarse, fuese la mitad de una historia más longeva que incluyese como Darth Vader pasa al Lado Oscuro de la fuerza? La continuación de Una Nueva Esperanza, que en su inicio iba a ser de contenido episódico a lo James Bond, de repente tuvo razón de ser, y pasó de ser el Episodio II al V. No hagan caso a quienes dicen que Lucas lo tenía todo planeado de antemano… Se le fue ocurriendo por el camino. La historia que marcaría toda la saga se le ocurriría aquí.

George Lucas estaba lejos de saberlo pero le acababa de llegar a la sesera uno de los clímax más intensos de la historia del cine. Una vez reconducido el guion, le encargó a un joven Lawrence Kasdan, que acababa de terminar el guion de En busca del Arca Perdida,  que finalizara la historia con las indicaciones que él había tomado a partir del de Brackett. Y Kasdan hizo una absoluta maravilla. Una obra maestra que deberían empollarse cualquier guionista dispuesto a hacer cine evasivo, ya sea de aventuras como de ciencia ficción.

El guion es de oro macizo. No hay escena en la película que no esté cargada de intensidad, que no contenga aventura a raudales, y no hay diálogo que no sea imprescindible para la historia. Los actores al hablar no citan palabrería de relleno, sino que refuerzan su carácter, su personalidad en cada línea recitada. Buen ejemplo de ello es el desarrollo de la historia de amor entre Han Solo (Harrison Ford) y La Princesa Leia (Carrie Fisher), un romance muy cuidado que en contra de lo que suele suceder en este tipo de films, es de lo más destacable de la cinta. Él es un canalla, ella una mujer de alta cuna que no necesita ser rescatada. Ambos se atraen porque chocan: Han Solo se conoce crápula, pero también sabe que así como su mayor defecto es su mayor arma para atraer a la princesa. Y así, se dan diálogos como este:

-Leia: “Eres insoportable”

—Han: “Admítelo, hay veces en que piensas que no estoy tan mal”

—Leia: “A veces, quizá, cuando no te comportas como un sinvergüenza”

—Han: “Te gusto porque soy un sinvergüenza. No hay bastantes sinvergüenzas en tu vida”

—Leia: “Resulta que me gustan los hombres decentes”

—Han: “…yo soy un hombre decente”

Tal vez no sean merecedores de un Premio Nobel de Literatura, pero cumplen su función a la perfección y añaden tensión y picardía además de facilitar la química entre ambos personajes. A los espectadores nos ha quedado claro que Han Solo es un rebelde de buen corazón y que Leia no es tan estirada como parecía en un principio. Y que ambos congenian. De hecho la sinvergüencería de Solo daría para un par de coñas más, como cuando Solo habla a la princesa de Lando Calrisian por primera vez:

–Han: Lando no es un sistema, es un hombre. Lando Calrissian. Un jugador de cartas, un sinvergüenza. Te gustará.

Y por encima de todo, la despedida de Han Solo a Leia cuando está a punto de ser carbonizado:

-Te quiero.

-Lo sé.

Claro que Han también quiere a Leia, pero tampoco quiere que se derrumbe en ese momento. Incluso a punto de jugarse su vida a la suerte de una máquina de criogenización tiene que dar la sensación de estar dominando todo lo que ocurre a su alrededor. Han Solo es más chulo que tú, más rebelde que tú y más fucker que tú: no puede devolver un te quiero como un cualquiera. Simplemente, se hace conocedor de que es querido y actúa como si no le importase.

“Te quiero” “Lo sé”. Y punto.

La intensidad de una compenetración perfecta

Volvamos a la intensidad. El guion es de oro porque desarrolla una película de aventuras que no deja espacio para recuperar aliento. El inicio en el planeta helado de Hoth es espectacular, presentándonos qué derroteros llevará la cinta: Luke empieza a tener la necesidad de usar la Fuerza, cosa que descubrimos cuando escapa de ser devorado por un monstruo de las nieves. Después de una intensa batalla, una de las más espectaculares de la saga, los caminos de los héroes se dividen en dos.

Luke Skywalker es nuestro protagonista y su línea argumental es la principal del relato, aportando la parte más oscura del film. Luke necesita adiestrarse como Jedi y acude al planeta Dagobah a ser entrenado por el maestro Yoda. Yoda muestra el poder de la Fuerza, tanto a Luke como a todos nosotros, una fuerza inmaterial que está en todo lo que nos rodea, que hace a un guerrero poderoso independientemente de su tamaño, y que debe usarse de forma noble para no caer en las garras del Lado Oscuro, que aporta un poder material mayor pero uno menor espiritual. Incluso la filosofía de baratillo del primer film está bien desarrollada en este. El espectador poco a poco va introduciéndose en el conflicto que tendrá su golpe final en la batalla entre el Lado Luminoso y el Lado Oscuro. Padre contra hijo. El bien contra el mal.

Como hacer una película entera sobre el entrenamiento de Luke hubiera sido demasiado reflexivo (y aburrido) para el espectador, y algo hay que hacer con el resto de personajes relevantes, la experiencia turbadora y atmosférica de Luke se nos mezcla con la huida sin respiro que sufren Han Solo, Leia, Chewbacca y C3PO, perseguidos por el Imperio Intergaláctico tras huir de Hoth. Una fuga que aportará el mayor componente de evasión a la película, siendo una sucesión de escenas trepidantes, diversión en estado puro. Por el camino, una historia de amor que desborda química y unos cuantos chistes que rebajen la carga dramática a cargo de Chewbacca y C3PO. Nuestros héroes tendrán tiempo de descubrir las mieles del amor al mismo tiempo que interactúan con el Imperio, que les persigue los talones por toda la galaxia. Los lazos entre ellos se harán más fuertes conforme más difícil sea el camino.

Estas dos líneas argumentales están bien ensambladas gracias al trabajo de un director de oficio, Irvin Keshner, un realizador competente que aporta ritmo, eficiencia y respeta el material que le han dado. De este modo, saltamos de una secuencia oscura de pausado desarrollo en la que Luke acompaña a Yoda por el oscuro planeta de Dagobah, a una persecución en medio del espacio. Y es que el sentido del ritmo es vital en una película de aventuras, y aunque parezca fácil hacer un trabajo trepidante, ahí tenemos el ejemplo de las pocas que han quedado en el recuerdo y el montón de usar y tirar (úsese la trilogía de La Momia como ejemplo superlativo).

Es evidente que, si hemos de hablar de qué diferencia Star Wars de una película de evasión cualquiera,  tenemos que hacer una referencia al apartado técnico. Si bien en la primera se notaba esas características de película de serie b, ese apartado tan kitsch de efectos que se disimulaba por el interés de las aventuras que corrían los protagonistas, se palpa a la legua el salto en efectos de esta continuación respecto a su predecesora. No en vano habían roto la taquilla superando los 775 millones de dólares de recaudación con Una Nueva Esperanza. Es aquí donde Lucas empieza a desarrollar su querencia por los efectos especiales, lo que acabaría desembocado en la creación de LucasArts en 1982. Ahí quedan para el recuerdo los caminantes especiales que atacan vía terrestre a los rebeldes en Hoth, la impresionante persecución del Halcón Milenario y lo creíbles que son los distintos monstruitos que aparecen a lo largo del metraje.

El imperio del rock n’ roll: la mayor carga de oscuridad

Hemos dicho dos historias. ¿Dos? En realidad son tres, pues es El Imperio Contraataca la que va a desarrollar con todo lujo de detalles a los “villanos” de este relato: el título no está escogido en vano. Darth Vader, que en la primera película parecía un poderoso guerrero al servicio de un engranaje político gris y funcional, en esta es un auténtico badass que da la sensación de poder acabar con toda resistencia con sólo levantar un mísero dedo. Ayudado por la mítica Marcha Imperial de John Williams, Darth Vader en esta parte de la saga es puro rock n’ roll. Un villano que ahoga hasta la muerte a uno de sus subordinados por perder de vista al Halcón Milenario y que después le dedica un “Disculpas aceptadas”solo puede ser un verdadero villano, un cruel y malévolo bellaco como pocas veces se haya conocido. He visto pocas películas en las que el enemigo tenga tanta carga épica. Si no fuese por el carisma de muchos de sus protagonistas, muchos querríamos que el Lado Oscuro se impusiera sobre cualquier cosa si con eso nos posibilitara ver a Darth Vader caminar con ese porte distinguido al son de la Marcha Imperial.

Las tres líneas argumentales se juntan en uno de los finales más archiconocidos de la cultura popular. Han, Leia y los demás son apresados víctima de la traición de Lando Calrissian, obligado por el poder del Imperio a pesar de su amistad con Han, lo que a posteriori le hará arrepentirse de su decisión. Luke abandona su entrenamiento cuando tiene la sensación de que sus amigos están en peligro. Todo es realmente una trampa: sus compañeros son un cebo para que Darth Vader pueda tener contacto con él y así ofrecerle una negociación: o unirse con él al Lado Oscuro o morir. Esa frase que todos conocemos, que sorprende al máximo al espectador primerizo y da sentido a todo el film es tal vez el clímax más íntimo que se haya dado en un film de estas características. Cuando todas las grandes películas de aventuras y acción apuestan por un final repleto de fuegos artificiales, la mayor explosión de Star Wars está en una línea de diálogo. El aire de tragedia griega que sacude toda la película termina por dinamitar. Cuando Lucas dejó las pautas narrativas a Kasdan y Keshner, estos se dieron cuenta de que con la historia que había detrás no tenía sentido hacer otro western de toques crepusculares en el espacio como había sido la primera. Esta debía ser más adulta, más oscura, porque toda ella acontecía una tragedia de dimensiones bíblicas. Es ese el mayor acierto de El Imperio Contraataca: que no es una simple película de evasión, sino una historia llena de trasfondo, que incita a la reflexión, que deja consternado al espectador. Y todo esto sin tomarse demasiado en serio, sin cargar de melodrama al conjunto.  Pura pieza de orfebrería.

Y todo ello, el sentido aventurero, la carga dramática, la parte más atmosférica… si ya el ensamblaje de géneros es absolutamente perfecto, no puedo terminar de hablar de El Imperio sin mentar a quien reconvierte una película ya de por sí sobresaliente en una auténtica obra maestra. Y no es otro que John Williams, posiblemente uno de los mayores genios de la música de nuestro tiempo, que pasará a los libros de historia con el renombre propio de un maestro. El trabajo de Williams es fantástico, aportando tensión, drama, suspense y propio sentido de evasión a cada una de las escenas. Y por supuesto, la ya mentada Marcha Imperial, principal aporte a esta película y principal tema musical. Si en esta película El Imperio iba a patear culos,  tenía que sonar como quien patea culos. La Marcha Imperial es el único tema de toda la banda sonora de Star Wars que puede ser tan reconocido, o incluso más, que el tema principal.

En definitiva, si Star Wars es lo que es, es gracias a El Imperio Contraataca. La calidad intrínseca de esta parte de la saga es reconocible tanto por adeptos como por aquellos reticentes al universo de George Lucas. Un pilar en el cine de entretenimiento que deberían mirar más a menudo la gran mayoría de directores que perpetran intentos de cine evasivo en la actualidad, con algunos discretos resultados, pero funestos en su mayoría. La historia de Lucas, el guion de Kasdan y la dirección de Keshner deberían ser obligatorios para descubrir cómo hacer una película intensa, como mezclar géneros de forma efectiva, como no parar de entretener al espectador y como conseguir un trasfondo rico en matices sin sobrecargar de dramatismo la película. Parece simple, pero El Imperio Contraataca logra lo más difícil: la perfección. Y aunque nos sepamos la historia entera, aunque el final pierda sorpresa una vez conocido y reconocido, esta película seguirá absorbiendo al espectador en la butaca y no soltándole hasta su final.  Por mucho que se vea, no deja de ser absolutamente entretenida. Ante una película como esta, solo queda hacer palomitas, sentarse en el sofá, poner la volumen al máximo y disfrutar.