Con una creciente frecuencia observo un nuevo tipo de conflicto entre las parejas que atiendo; la insatisfacción y la falta de admiración de la mujer hacia su hombre. En la mayoría de esos casos es debido a que ella genera mayores ingresos que él.
Los cambios sociales han logrado que la mujer se desempeñe laboralmente en prácticamente todas las áreas. Más allá de lo afortunado que dicho logro conlleva, existe otra parte desafortunada; los hombres ya no sólo deben competir con otros hombres para tener un empleo bien remunerado, sino que también deben hacerlo con las mujeres lo que disminuye sus probabilidades de éxito.
A pesar de este cambio y esta competencia laboral, para muchas mujeres no ha cambiado la idea de que el hombre “debe ser el proveedor” y si gana menos que ella o no logra satisfacer las expectativas económicas de su mujer es visto como un “perdedor, mantenido, mediocre o poca cosa”.
Esta actitud hace que muchos hombres se enfrenten a un doble estresor; el de encontrar menos oportunidades para desarrollarse económicamente por un mercado más competitivo entre hombres y mujeres, y el de afrontar las creencias de algunas mujeres que ya no se sostienen en los cambios que en las últimas décadas se dieron.
En su artículo; Do women really want equallity? la autora Nikita Coulombe habla de que la idea de igualdad ha traído para el hombre una situación social, laboral y económica desafortunada, pero para la mujer también ha traído algunos resultados indeseables, por ejemplo; para muchas convivir con sus hijos es un lujo ya que su trabajo no se los permite. Para otras la satisfacción en sus relaciones con los hombres va en declive. Y muchas otras padecen del estrés laboral y la falta de tiempo personal que los hombres venían experimentando.
Sarah Vhine en su artículo The Betrayal of Our Boys, señala cómo los cambios impulsados por la agenda feminista (sobre todo la radical) han dejado fuera de la ecuación al hombre y sus necesidades de desarrollo. En base al reporte del Higher Education Policy Institute señala que en Inglaterra el día de hoy una mujer frente a un hombre tiene las siguientes oportunidades:
- 35% más probabilidades de entrar a la educación superior
- 51% de las niñas tienen más probabilidades de continuar con sus estudios después de la escuela
- Sólo el 8.9% de los hombres blancos de bajos recursos acuden a la Universidad
En los Estados Unidos el National Center for Educational Statistics señala que las mujeres obtienen entre un 60% y 62% de los títulos de profesionista asociado. Entre el 57 y 58% de los títulos de Bachelor (o lo equivalente en México a licenciatura) son obtenidos por mujeres. Y Hasta el 65% por de los títulos de maestría y doctorado son obtenidos por mujeres. Además los padres en dicho país invierten 25% más en la educación de las hijas que en la de los hijos.
Como podrán ver el argumento de que la mujer carece de las mismas oportunidades que el hombre para preparase es incorrecto. Hay quienes sostienen la errónea idea de que estos números corresponden al supuesto retraso de la madurez en los hombres en la edad escolar, y que esta es la razón por lo cuál abandonan los estudios con mayor facilidad que las mujeres. Sin embargo, como Vhine ha señalado, no es un problema de madurez, sino de feminización de la escuela. Hoy la matrícula escolar, el comportamiento escolar y hasta la instrucción escolar está diseñado entorno a las características psicológicas y comportamentales de las niñas no de los niños; se fomentan las conductas pasivas y no agresivas, se exigen largas horas de inmovilidad, se reprimen las conductas físicas y se favorecen las creativas, etc. Los niños no maduran antes que las niñas, sino que maduran de manera diferente. Sus intereses son distintos, pero los de los niños cada vez son menos reforzados por la cultura, en cambio los de las niñas cada vez se ven con mayor aprecio. Un hombre (al igual que un niño) pasivo tendría poco valor evolutivo, pues no sería ni cazador, ni guerrero, ni agricultor ni ningún otro oficio que a lo largo de la historia fueron responsabilidades casi exclusiva de los hombres.
Tanto Coulombe como Vhine han señalado que hoy los trabajos con alta remuneración son otorgados con mayor facilidad a las mujeres que a los hombres, marginándolos a los trabajos que implican mayor desgaste físico, riesgo y menor remuneración. Si los hombres (a nivel general) siguen teniendo mayores ingresos económicos que las mujeres es porque en muchos casos tienen que asumir hasta dos o tres trabajos para hacer frente a las necesidades económicas de la familia, no por sueldos menores otorgados a las mujeres.
La mayoría coincidimos en que el modelo anterior donde la cultura impidió el desarrollo de la mujer en varias áreas era inadecuado, dañino y que debía de cambiar. En lo que aún no hay consenso es en que ahora la balanza está en contra del hombre y que eso es sólo resultado de una patológica eniantiodromía que a nadie le conviene; ni a hombres ni a mujeres.
Los cambios que se han dado hacen necesario reflexionar en que cada hombre y cada mujer son quiénes deben decidir qué es mejor para ellos. La idea de que una mujer no se puede desarrollar en su casa es tan absurda como la idea de que el hombre no debe de involucrarse en los asuntos del hogar o de la educación de los hijos. Pero más absurdo es promover el desarrollo laboral y económico de la mujer y seguir dejando todo el peso y la responsabilidad económica al hombre y aún más el devaluarlo por no alcanzar las expectativas económicas de no pocas mujeres que sueñan puerilmente con un príncipe y un castillo a la vez que exigen que se termine el modelo donde los hombres éramos los proveedores.
Ni el machismo, ni el feminismo radical (hembrísmo) nos llevará a una apropiada relación de los sexos. Sólo un humanismo que dignifique las diferencias y exalte la libertad de cada hombre y mujer; de cada pareja a decidir bajo qué modelo quieren vivir, permitirá terminar con la absurda guerra de los sexos que nos han fomentado.
Antes de que más mujeres sigan viendo a sus maridos como mediocres o incapaces, serviría que analicen si sus creencias y la realidad académica, laboral y económica no están en oposición. Un hombre, al igual que una mujer, vale no por la cantidad económica que produce, sino por el esfuerzo, el compromiso y la dedicación que entrega en sus actividades y en su familia. Ser pareja es más que una cuestión económica.
Algunas recomendaciones prácticas para que las parejas no se estanquen en este conflicto serían:
- Pon el énfasis en el esfuerzo de tu pareja, no en el resultado económico.
- Hablen de las tareas y responsabilidades y busquen conformar acuerdos donde ambos aporten acorde a sus posibilidades y capacidades. La reciprocidad es la base de la satisfacción marital.
- Construyan un presupuesto familiar con gastos de ambas partes y con ingresos unificados, manéjenlo en una cuenta en común y en un proyecto financiero en común (sean equipo)
- Hablen sobre las necesidades económicas, medicas, recreativas, escolares, etc y busquen una solución que se ajuste a su presupuesto.
- Disminuyan sus expectativas económicas, la vida está hecha de recuerdos no de posesiones.
- Identifiquen o desarrollen el modelo filosófico bajo el que quieren vivir, no “tienen” que vivir bajo la ideología contemporánea que se busca imponer.
- Finalmente recuerden que se casaron para ser felices, no para imponerse, devaluarse o trabajar en proyectos separados, es difícil conciliar posiciones, pero no imposible. Si lo necesitan busquen ayuda profesional para hacerlo.