Me ha permitido perder o debilitar hábitos que aprendí por repetición, y en mi proceso de maduración quiero desaprender. “Menos es más”

Lo que queda después, soy esencialmente YO. No es algo que se haya ganado, o añadido. Es algo que ya estaba ahí. La vida es más sencilla y natural de lo que pensaba.

Estas son algunas cosas que te arriesgas a perder al practicar meditación:

  • El perfeccionismo

Este hábito se basa en la idea de que yo sé cómo son las cosas perfectas y por tanto pretendo comparar la realidad con esa idea de perfección, puedo criticar, ser rígida, moralista, estricta, severa, incluso agresiva.

Al meditar me doy cuenta de que no es así. No sé cómo es la perfección. Sólo puedo preguntar por ella. Me abro a la naturaleza y a su tejer armónico, dentro y fuera de mí. En un movimiento de apertura, humilde, flexible.

  • La manipulación

Frecuentemente trato de manipular e imponer ideas, acciones e incluso sentimientos a los demás. Quiero cambiar las condiciones del exterior, que la gente sea de otra manera. Mi familia, amigos, compañeros de trabajo, pareja, hijos…todos deberían cambiar para que YO sea más feliz.

Al meditar comprendo que si quiero cambiar el mundo, o las personas que me rodean, debo cambiar yo misma primero. Esto es lo que decía Gandhi. “Sé el cambio que quieres ver en el mundo” El cambio empieza aquí dentro. Después hay unas neuronas muy estupendas que se llaman neuronas espejo, por la cuales se produce una influencia real en el entorno.

La verdadera influencia, o liderazgo, proviene de la autenticidad, no del “haz lo que digo, y no lo que hago”

  • El hacer cosas sin parar

A veces estoy mucho tiempo agobiada, haciendo de todo y pensando en las cinco actividades siguientes que tengo que hacer. Estresada. No hay tiempo. Tengo prisa. Si paro me siento culpable, o deprimida. Tengo una especie de juez interior persiguiéndome con el látigo. Me siento mal si no estoy haciendo todo el tiempo algo “productivo”.

Al meditar en las pequeñas cosas cotidianas, veo que cuando realmente me gusta lo que estoy haciendo, disminuye el esfuerzo. Vivo la vida despacio. Las actividades tienen su tiempo justo, y normalmente las prisas deterioran la calidad. “El que hace lo que ama está encadenado al éxito”. En oriente existe el concepto de “acción correcta”, misteriosamente llamada “no acción”: Se refiere a este tipo de acto creativo, que se disfruta, que tiene un sentido.

  • El victimismo

He sido a veces adicta al sufrimiento. Si no me ha pasado algo malo personalmente, lo busco a pulso, o lo saco del pasado, o del futuro, o de miles de kilómetros de distancia, o de la noticias de la tele, que son un filón. Siempre puede haber motivos para la tristeza, la melancolía, la queja, el dramatismo. Ser el centro de atención. ¡Cuídenme todos! ¡Qué pobrecita soy!

Si quieres seguir siendo una víctima, y eso lo consideras un beneficio que en cierto modo te compensa… ¡no medites!

Al meditar me hago responsable de lo que hago, y también en gran parte, de lo que me pasa.

Ante las circunstancias, y las fuerzas mayores naturales, puedo tener muchas alternativas de reacción diferentes. Incluso ante la enfermedad y la muerte, hay muchos estilos, mucha elegancia, mucha paz.

  • El aislamiento

¿Quién no se ha sentido solo, aislado, incomunicado alguna vez? Y sé que la peor soledad es estar con gente que me hace sentir sola. La gente no me comprende, los demás no tienen los mismos gustos que yo. Soy una rara. Cuando tengo pareja, al final siempre se rompe por esto o por lo otro.

La meditación se experimenta como una conexión con la naturaleza y con todos los “otros”, donde al aislamiento es imposible.

Soy físicamente porosa. Mentalmente transparente. Emocionalmente empática. Mi subconsciente es colectivo. Estoy tan conectada que no existo como individuo separado…

  • El miedo

Miedo a que me ataquen, al futuro, a que la humanidad se va a autodestruir al final de la historia de nuestra especie, a los bichos, al rechazo, al dolor. El miedo puede ser un recurso natural para protegerme de peligros en momentos puntuales, o una costumbre angustiosa, repetitiva, paralizante. Miedo a la incertidumbre, que me hace buscar certezas falsas, vivir llena de suposiciones y mitos, o de prejuicios. Miedo al misterio. Miedo a la vida.

Esta es la verdad científica. Los átomos de mi mano derecha vienen de estrellas diferentes a los átomos de mi mano izquierda. Hay una poderosa fuerza que atrae esos átomos hasta aquí, los organiza hábilmente durante el tiempo que toca, y los va despidiendo segundo a segundo.

Hay una “Organización” que lo tiene todo muy bien dispuesto, las galaxias en su sitio, girando. El Sol, los campos magnéticos. Pensamientos y emociones que entran y salen constantemente.

Soy físicamente polvo de estrellas reciclado. Cuando medito sobre esta armonía, ¿Queda espacio para el miedo?

  • La falta de sentido

A veces me he sentido como buscando algo, sin saber ni qué es. Trato de leer muchos libros, viajar a muchos sitios, hacer muchos cursos. Esa búsqueda me hace caer en adicciones, comer mucha comida, beber alcohol, fumar mucho tabaco, consumir drogas. Cualquier cosa, lo que sea, siempre que sea mucho. Excesivo. Más y más.

Con la práctica de la meditación, de repente, me doy cuenta de que esté haciendo lo que esté haciendo, lo más importante es “estar presente.” Por un momento, me puedo sentir feliz sólo por respirar, y soy totalmente innegociable. Y esa “presencia” me va diciendo en cada momento cuál es su “Plan”. Me siento inspirada. Me siento apasionada. Y esos momentos puntuales se van ampliando a toda mi vida, a cada paso, a mi día a día.

  • La mentira

Las palabras son símbolos de otros símbolos, las ideas. A veces he mentido porque digo cosas diferentes a lo que pienso. Y además pienso diferente a lo que hago. Es un galimatías. Otras veces he mentido porque las palabras simbolizan ideas que son mentira. La mentira está en mi pensamiento. Supongo demasiadas cosas. Estoy confusa. Me repito una y otra vez mis mentiras y me las creo a base de repeticiones. Me obsesiono.

O la verdad es tan horrible que no sé qué hacer con ella, mejor disfrazarla. Tengo tantos defectos que es mejor ponerme un disfraz de buena persona cara al exterior. ¡Un ego completo!

Pero ¿a quién engaño? Cuando medito, acepto la verdad. Si me gusta, bien, y si no me gusta, pues hay cosas que “Reparar”. Mi propio cuerpo se repara constantemente. El metabolismo es mitad construcción y mitad eliminación y reparación. No tengo por qué avergonzarme de mis reparaciones. Sólo soy un ser humano.

Cuando medito, me hago amiga de mí misma. Puedo comprender todas esas imperfecciones, y tratarlas con lealtad, sin juzgar. La mentira, entre amigos, no es necesaria…

  • El desamor

Es una epidemia la falta de autoestima. Otras veces la tengo exageradamente inflada y miro por encima del hombro. Tengo mis momentos, y voy alternando. Me siento fea, vieja, inferior. También por grupos. Nosotros, los españoles, los europeos, somos mejores, o peores que…o los de esta o aquella filiación política, religiosa, o de un equipo de fútbol, etc.

La cosa es comparar, y quedar siempre por debajo, o por arriba. Si quedo por debajo, no soy digna de ser querida, soy demasiado “lo que sea,” o los que no son dignos de amor son los demás.

La meditación me hace sentir igual en dignidad, no comparable. Puedo mirar a los ojos. Sentir que tengo la sensacional capacidad de amar y ser amada.

Como “eros” me encanta recibir cariños, contacto, ser nutrida. Como “ágape” me siento inclinada a cuidar, acompañar, interesarme por el bienestar de todos, de forma innata y visceral. Como “filias”, porque amo aprender, conocer, hacer cosas en equipo.

No hay freno para el amor en todas sus versiones. Amabilidad, interés, generosidad, acompañamiento, perdón, compasión, romanticismo, contacto, comunicación…….

Para concluir, te diré que no creas nada de lo que te he dicho. Sólo prueba. Y luego me cuentas tú a mí.