Imagina que tiras una piedra a un lago tranquilo, en el que el agua está en completa calma, ¿qué pasará? … ¡eso es!, comenzarán a hacerse ondas alrededor del lugar en el que ha caído la piedra. La cantidad de ondas, y el tiempo que se mantienen hasta que desaparecen, dependerá de la fuerza y el peso de la piedra que hayas lanzado. Cuanta más actividad, mayor número de ondas, de menor tamaño. Al contrario, a menor actividad del agua, menor número de ondas y mayor tamaño de estas, mayor amplitud.

No es que se formen ondas mejores o peores, sino que se formarán en base a varias circunstancias: el tamaño de la piedra, el peso de esta y la fuerza con la que se lance, entre otras.

Cuando hablamos de ondas cerebrales, hablamos de los impulsos eléctricos realizados por las neuronas para comunicarse entre ellas. Los impulsos eléctricos son la información que viaja de neurona a neurona, haciendo uso de cientos de miles de ellas para lograr transportarse y ejecutar una función determinada.

Hablamos también de la actividad cerebral transformada en ondas cerebrales, que se clasifican dependiendo de su frecuencia, es decir, del número de veces que se repite un ciclo por segundo, y de su amplitud (tamaño de las ondas).

Las diferentes ondas se clasifican dependiendo de la frecuencia. Por ejemplo, la onda Delta tiene una frecuencia lenta y se encuentra principalmente en las fases del sueño.

No hay ondas buenas o malas, como decíamos con el ejemplo del lago, todas son importantes, todas son el resultado de la actividad eléctrica de nuestras neuronas y de nuestros estados mentales. Dependiendo de lo que estamos haciendo en cada momento, unas ondas mostrarán más actividad en unas áreas del cerebro y otras, mostrarán menor actividad, pero todas estarán conectadas

El objetivo es que nuestro cerebro sea funcional, y adaptativo. Que descansemos bien cuando estamos cansados, que podamos concentrarnos cuando trabajamos, leemos, … etc.

La clave está en que cada una trabaje de la forma adecuada.